Como toda pasión, la del autoconocimiento está hecha para disfrutarse, paladearse y desarrollarse, no para cosificarla y transformarla en una mercancía más por obtener. Conocerte no es una meta, porque nunca acaba, cuando es un deseo genuino se convierte en un modo de vida, una visión del mundo, un alimento como el pan y el vino, y a veces un arma de doble filo; la existencia se torna emocionante, dolorosa, abrumadora, graciosa, excitante… Pero estamos tan acostumbradas a negar la “excitación”, a ocultarla, a maquillar el entusiasmo, a sofocar la alegría y, en este país, a despreciar los placeres de la inteligencia… que parece mejor aplanar o solemnizar el desarrollo personal y convertirlo en una “cosa” más que hacer para parecer exitosas, superiores, avanzadas… o, incluso, para hacernos sufrir más…
En este camino no hay objetivos prefabricados ni respuestas finales. No inicies el camino si te gustan las certezas y las tradiciones, pues éste es de dudas, de inventos personales, aventura y curiosidad, es una historia que se va escribiendo de a poco, la historia de la travesía fascinante de la mujer que recupera su capacidad de asombro, y se atreve a imaginar nuevas posibilidades, a caminar por terrenos inhóspitos, que no se conforma con escuchar los cuentos de otros, sino que crea su propio mito para explicarse su existencia y, a partir de ahí, hacer con ella lo que quiera.