Trémolo
Atravesando por el vasto oleaje,
para sentir su poder que intenso y fuerte obliga a nadar contra corriente,
habrá que internarse más allá de donde el mar rompe con esas olas, sin miedo,
esperando que no venga una tan intensa que nos arroje de nuevo hasta la orilla.
Y de repente sucede, era sólo
esperar aquella que no atemorizara y no por su falta de fuerza, sino por su
excesiva confianza y firmeza para afrontar de una vez la inmensidad del mar… Y
después aquella calma, aquella vastedad, aquella maravilla, que a la vez se
mantiene en un continuo movimiento el cual no cesa nunca.
Ya no se percibe ningún temor, la
calma lo remplazó sabiamente, un antes y un después y el eterno ahora fundido en
aquellos dos; Sólo la permanencia de lo impermanente, sólo la exactitud con la que todo cambia,
sólo la plenitud de la vida… Sólo el aquí y el ahora… -Elizabeth Peña-
LUCIDEZ…
Un sentimiento complaciente que
surge de tu presencia fundida en mi alma, de tus ojos reflejados en mis
lágrimas por tu ausencia inexplicable para la lógica de los acontecimientos, de
ninguna manera para lo misterioso del corazón.
Contemplándolo sabiamente, me
remonto al presente que se vuelve infinito ante el contento de saber que
existes.
Tu Existencia y tu presencia con
la que quiero saber y sentir lo qué es
el Amor y que deseo con la plenitud y pureza de mi alma que tú me lo muestres... ¡se vuelve mi plegaria!
Y pensándolo bien, es decir
encarecidamente, como la sobriedad misma, como la lucidez manifiesta, ‘Existe
Color en la Muerte’, síi!
-Elizabeth Peña-
Nota de autor -o sea yo- : ¡Por supuesto es un
sarcasmo!
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